Cuando dices que si...

Este fin de semana El Perro y yo celebramos nuestro 11º aniversario y hoy, en un breve momento de tranquilidad que me di en medio de los preparativos vacacionales, recordé el día en que decidimos pasar el resto de nuestra vida juntos.

Recuerdo aquel día mientras caminábamos por una conocida calle del centro de esta ciudad y mi ahora esposo me dijo a quemarropa: "sabes algo? cada día se me hace más difícil dejarte, y el tiempo contigo es muy breve y apenas llego a mi casa ya quisiera estar contigo. ¿Te casas conmigo?"

Y así, sin pensar, como lo más natural, solo voltee a mirarlo y dije: "si, si quiero casarme contigo". Él me abrazó y dijo: "ven, vamos a escoger tu anillo".

Aún pienso en ese día y en lo sencillo que fue el momento. Ambos sabíamos lo que queríamos, no nos hizo falta música de fondo, arrodillarse o la luz tenue de unas velas para fabricarlo. Solo un gran amor y la inmensa necesidad de estar juntos y completos para siempre.

Doy gracias a Dios, porque en ese momento, como hasta hoy pude y puedo estar convencida de esa decisión tan trascendente de mi vida, por haber enviado a mi a ese compañero que me complementa y me hace tan feliz.

Hay quien me ha dicho que no debería de amarle tanto, que la vida da muchas vueltas y que puedo salir lastimada. La verdad, siento pena por esas personas, porque nunca han sentido un amor así, porque aún no se han dado cuenta que el amor a medias no es amor, que debemos amar como si fuera el último día al lado de esa persona que ha transformado nuestra vida.

Hoy vuelvo a renovar mi promesa de amarte cada día de mi vida, de respetarte y estar contigo en salud y enfermedad, en prosperidad o pobreza y en cualquier tipo de circunstancia y amarte completamente sin temor, sin reserva y sin escatimar nada.

Amor mío, vamos por los siguientes años tomados de la mano...